Hace unos días mis amigos, Marta y Arturo, me contaban la historia de un pequeño pájaro moribundo que se encontraron en el jardín de su casa. La pequeña criatura apenas se movía, todavía parecía joven para volar. Sin dudarlo un momento la pareja decidió acogerlo y tratar de ayudarle en su recuperación.
La primera idea que tuvieron fue buscar en Google e informarse. Tras examinar algunas fotos de aves, llegaron a la conclusión de que se trataba de un vencejo común. Profundizaron en la búsqueda, y pronto dieron con lo que les pareció un valioso fragmento de información. En la página en cuestión se aconsejaba dar de beber a estas pequeñas aves, que, por lo visto, pueden estar desorientadas por problemas de hidratación. Rápidamente Arturo se hizo con un cuenco de agua y empezó a tratar de dar de beber al animal. Resultó ser algo más difícil de lo que parecía, ya que “Venci”, así lo habían bautizado, trataba de resistirse. Pero era importante que bebiera, así que con mucha paciencia mi amigo introdujo la mitad de la cabeza del pájaro en el cuenco de agua para que este bebiera.
Pocos minutos después, Marta y Arturo se preguntaron el por qué de la resistencia que ofrecía Venci, ¿acaso el no tener sed podía ser signo de alguna cosa? Siguieron leyendo el artículo que habían encontrado antes en Google. Decía: “muy importante, no sumergir el pico del animal en agua, ya que al hacerlo podemos provocarle el ahogamiento o que sus pulmones se encharquen”. “¡Dios mío! Casi ahogamos a Venci” exclamaron.
Nunca hay que darse por vencido
Una vez más buscó en Google, “cómo ayudar a los vencejos a volar”. El artículo recomendaba buscar un lugar elevado, ya que, sin suficiente altura, el vencejo puede tener dificultades para empezar a planear por primera vez. Ni corta ni perezosa, Marta cogió a Venci y subió al primer piso de su casa, desde donde, según ella, bastaría para ver despegar al pajarito. Convencida de las capacidades de su amigo alado, lo lanzó desde el borde del balcón, para verlo, milésimas de segundo después, estamparse sonoramente contra el suelo del piso inferior.
Podemos decir que aquí termina la breve historia de Venci. A Marta y a Arturo, seguramente les guste pensar que por fin consiguió subir al cielo, aunque sea en un sentido figurado. Cuando cuentan la historia dicen que tal vez hubiera sido mejor para Venci que alguien lo hubiera pisado antes de que ellos lo encontraran. También dicen que su impaciencia por querer ayudar al animal pudo con ellos, y que debieron leerse el artículo hasta el final antes de intervenir.
Un mal común
La verdad es que nuestra capacidad de atención se está viendo mermada día a día. Existen varios estudios que demuestran exactamente este hecho: un estilo de vida cada vez más digital está haciendo que nuestra capacidad de permanecer concentrados sobre una sola cosa sea menor que la de un pez dorado.
¿Existe esperanza? Si llegaste a leer hasta aquí, puede que para ti la haya. También la hay para los demás. De hecho, el reto actual de quienes se dedican a divulgar información y a la enseñanza, reside en hallar esos estímulos que permiten que nuestro cerebro preste atención y retenga durante más tiempo.
Moraleja: mis amigos son buenas personas afectadas por un mal común.
Descansa en paz, Venci.